jueves, 30 de diciembre de 2010


Si tengo que ser sincera, me encanta sentir como en mi estómago se instalan un millón de aves rapaces, sí, eso a lo que tu llamas mariposas o algo así. Me encanta salir a la calle y mostrar mi mejor sonrisa a quien pase por allí, me encanta elevar el volumen de la música cuando estoy sola y bailar hasta caer rendida en el suelo, sin parar de reír. Me encanta hacer palomitas en el microondas y comérmelas junto a una amiga, viendo nuestra película, arropadas por las risas y las lágrimas, me encanta hacer pompas y comer chicle. Me encantan las pecas que dotan de falsa inocencia a mi cara. Me encanta que me miren pensando que estoy loca cuando mis sinsentido mandan en la calle.
Pero si te tengo que confesar algo, me irrito con facilidad, golpeo mi almohada cuando me lo pide la rabia, la nostalgia es mi fiel compañera cada noche, tengo miedos absurdos, intento que no me importe nada, evito juzgar porque me resbalan los falsos juicios, nunca paro de hacer gestos y pongo caras extrañas cuando menos lo esperas, evitando el aburrimiento. Sonrío cada 7 minutos y 42 segundos. Pido abrazos en silencio pero sin embargo dicen que peco de no pensar lo que digo, irónicamente, pienso demasiado antes de decir lo que no tendría ni que haber dudado.
Si tengo que confesar algo, hoy no sé ni quien soy.